viernes, 9 de octubre de 2015

Desde el ayer



Vengándose del último, pudo descansar en paz. Y se sentó en su marchito sillón de terciopelo, exhausto, pero feliz; pues, tras haber buscado en todos los polvorientos rincones del abigarrado trastero, ahora se sentía tranquilo. Había conseguido destruirlos todos. Había pasado noches en vela o infestadas de pesadillas en que éstos lo acorralaban en su cuarto de vejez, lo perseguían por los estrechos pasillos de tan mustio lugar; llegaban dando grandes zancadas desde su pasado. Oía en las resonantes escaleras de la residencia- que ahora era su hogar- sus pisadas burlonas; parecían reírse de él y eso lo aterraba, le hacía encogerse como un hatillo abandonado.
En uno de los escasos permisos que le otorgaron, había  regresado a su antigua casa, había recorrido el desván sin pasar por alto ni una solitaria caja, ni hambriento baúl, ni destartalado armario, miró y remiró en los pecios de su ayer. Por fin, los había reunido a todos y había encendido una gran pira salvadora y sonrió, perverso y victorioso, cuando se quemó el último de sus grandes zapatos de payaso.                                               
      
                                                                                  Abriendo Abismos

1 comentario:

  1. Cuánto dice tu corto relato, Abriendo Abismos. Me gusta mucho y la escena feliz del gastado sillón de terciopelo, lo deseable sería que durara.

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